Recuerdos

No sabría decir cuánto tiempo ha pasado, cuánto hace que ya no soy suya, su perrita fiel, su esclava, su puta.

Ni siquiera podría asegurar que la última vez estuvo realmente conmigo, si era solo un cuerpo vaciando en el mío lo que no podía vaciar en otro.

Y sin embargo su boca decía todo lo contrario: eres la única con la que quiero follar.

Sus palabras todavía resuenan en mi cabeza, como ecos lejanos que aún me estremecen «puta, puta, puta…».

Recuerdo su boca, mamando de mis pechos, intentando extraer una leche que me hubiera encantado darle.

Recuerdo mamar yo hasta obtener la suya, clavándome su polla en el fondo de la garganta y más allá, joder cómo me gustaba…

Recuerdo sus manos, abriéndose camino en mi coño, y su puño, violándolo sin compasión.

Recuerdo la cera caliente en mi pecho, las bridas, las cuerdas, las fustas, pinzas, mordazas y cada una de sus marcas y heridas de guerra. También se han ido.

Recuerdo su orina ardiente en mi piel, en mis labios, marcándome como un perro a su territorio, haciéndome oficialmente suya.

Y recuerdo su polla en mi culo, la primera, la que lo desvirgó, joder cómo lo echo de menos.

Recuerdos, recuerdos y más recuerdos que me atormentan cuando la luz se apaga. Anhelos de un tiempo pasado y perdido.

Vacía, me siento vacía sin esa polla que me llenaba el cuerpo y el alma. He pasado del infierno al cielo, o lo que es peor, del cielo de su cuerpo al infierno de la ausencia de él.

Soy Caperucita Roja deambulando por el bosque, anhelando a un Lobo que ya no se la quiere comer… Ni follar…